11 de mayo de 2025.-(SinEmbargo) El pasado 27 de abril, durante el Décimo Segundo Congreso Nacional Extraordinario del Partido del Trabajo (PT), Alberto Anaya Gutiérrez fue elegido por seis años más al frente de esta organización que ha presidido ininterrumpidamente desde que la fundó en 1990, una fuerza política que en un inicio fue ligada con el Presidente Carlos Salinas de Gortari, amigo de Anaya, y que hoy en día es aliada de Morena, con quien llegó a la Presidencia en 2018 y repitió en 2024.
Nacido el 15 de noviembre de 1946 en Aguascalientes, Alberto Anaya Gutiérrez ha dirigido al PT desde su fundación en 1990, 35 años al frente de un partido que, lejos de consolidarse como fuerza autónoma, es el apéndice de otros proyectos políticos. Aunque hoy se asocia principalmente con Morena, el PT ha tejido alianzas con prácticamente todos los espectros del poder: del PRD al PAN, pasando por el PRI y Nueva Alianza.
De perfil discreto, Anaya ha sabido mantenerse como un actor clave en la arena política. Su partido, el PT, es visto como un aliado del obradorismo, aunque a lo largo de su historia se ha sumado también al PRI, como ocurrió en 2004 cuando abanderó a Ulises Ruiz y 2015 en Querétaro. Ese mismo año acompañó al PAN en una "coalición flexible" en 62 de los 125 municipios del Estado de México. Ese año el PT corrió el riesgo de perder su registro.
En 1994, en su primera campaña presidencial, el PT de Anaya no respaldó la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas y abanderó a Cecilia Soto, una decisión que para muchos dividió el voto de la izquierda. Seis años después, en 2000, sí se aliaría con el Ingeniero Cárdenas, y de 2006 a 2018 establecería su alianza federal con Andrés Manuel López Obrador, y, recientemente, en 2024 con Claudia Sheinbaum Pardo.
La figura de Anaya ha moldeado profundamente al Partido del Trabajo: discreto, y poco mediático, ha impuesto una dirección así. Tanto él como el PT reivindican una identidad maoísta, es decir, inspirada en la vertiente del comunismo encabezada por Mao Zedong, centrada en la revolución campesina, la movilización popular y el culto al líder. Sin embargo, ese discurso ideológico contrasta con los hechos, ya que ha respaldado políticas económicas alineadas con el neoliberalismo, que revelan una práctica política marcada por la conveniencia.
Lo que se suma a sus acercamientos con figuras del viejo régimen, como Carlos Salinas de Gortari. De hecho, los orígenes del PT han sido ligados con un personaje que en 1988 se impuso en la Presidencia mediante el fraude electoral de ese año, truncando así las aspiraciones de Cuauhtémoc Cárdenas. El periodista Francisco Ortiz Pinchetti relató en 2017 para SinEmbargo:
“El ‘Beto’ Anaya, como se conoce al dirigente único del PT desde su fundación tiene una historia pública que no abona precisamente a su honestidad y menos a su independencia [...] ese partido fue creación en 1990 del entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari, el mismísimo innombrable, jefe de la mafia del poder, con el objetivo de dividir a la izquierda. Anaya Gutiérrez, dirigente del Frente Popular Tierra y Libertad en Monterrey, fue el escogido para ese proyecto político, de cuya instrumentación se encargó personalmente Raúl Salinas de Gortari, el hermano incómodo”.
Hoy el Partido del Trabajo de Alberto Anaya ha tenido fricciones con Morena, particularmente por la decisión de no competir juntos en las elecciones municipales de Veracruz. A eso se suma que en los últimos meses diputados federales intercambiaron señalamientos desde el Pleno y, más recientemente, cuando militantes del PT reclamaron en la reelección de Anaya al Senador Gerardo Fernández Noroña. Aunque un punto de inflexión importante ocurrió en 2023 cuando el PT abrió las puertas a Ricardo Mejía, luego de que rompiera con Morena al no obtener la elección estatal en Coahuila.
Nunca electo y siempre pluri
Aunque nunca ha sido elegido por voto directo, Alberto Anaya ha sido legislador en siete ocasiones y su presencia en el Congreso ha sido más constante que influyente, no hay una reforma clave que haya presentado o encabezado, pese a que no se le recuerda como un gran orador, pero se ha desempeñado como legislador durante 24 años no consecutivos desde 1988.
A pesar de que actualmente lidera la bancada del Partido del Trabajo (PT) en el Senado, su protagonismo legislativo sigue siendo discreto, lo mismo como Senador, cargo que en este momento también desempeña y posición que ocupó de 2006 a 2012 y de 1997 a 2000. Como Diputado se desempeñó en los periodos: 1988-1991, 2000-2003, 2012-2015 y 2021-2024.
De acuerdo con el sitio oficial del Senado, Anaya ha presentado 34 iniciativas en conjunto con su grupo parlamentario, que actualmente cuenta con apenas seis integrantes. Es un número modesto si se considera que iniciaron la legislatura con 15 senadores y senadoras, aunque la mayoría ha abandonado la bancada, como es el caso de Gerardo Fernández Noroña, quien ahora figura con otra afiliación.
Esta fuga de legisladores ha evidenciado las tensiones internas del PT con Morena, aunque Alberto Anaya sigue reivindicando su apoyo total con la Presidenta Claudia Sheinbaum, sin embargo comienza a verse un distanciamiento. Pero a ninguno le convendría separarse.
En su última declaración patrimonial publicada en enero de 2025, Alberto Anaya reportó una remuneración neta anual por 700 mil pesos como Diputado federal. Como dirigente del PT no recibe sueldo al ejercer la dirección de manera honorífica, pero su partido percibió en este 2025 unos 699 millones 121 mil 307 pesos en financiamiento público. El monto fue menor a los 732 millones 968 mil 386 pesos que percibió el PT un año antes.
De hecho, en toda su historia, de poco más de tres décadas, el Partido del Trabajo sólo ha ido en solitario en un proceso presidencial: en 1994 cuando postuló a Cecilia Soto. Desde entonces, se ha mantenido, primero como aliado del PRD, cuando postuló en 2000 al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y desde el año 2006 como el principal socio de Andrés Manuel López Obrador y, posteriormente, de su movimiento.
El ir junto al lopezobradorismo le ha dado a esta fuerza política liderada por Alberto Anaya Gutiérrez una votación que ha aumentado cada seis años. Por ejemplo, en 2012, obtuvo 2 millones 597 mil 905 sufragios que en 2018 ascendieron a 3 millones 396 mil 264, y el pasado 2 de junio a 3 millones 882 mil 813. Es decir, entre los pasados comicios presidenciales y estos su votación aumentó un 14.33 por ciento.
Los números alcanzados por el PT con la victoria de Claudia Sheinbaum han permitido posicionarse a este partido con 50 diputados —11 menos con los que inició en septiembre de 2018— y con nueve senadores, entre ellos Alberto Anaya, una cifra superior con la que inició hace seis años en la Cámara Alta.
A lo largo de la LXIV y LXV legislatura su representación se fue modificando en la Cámara de Diputados, en donde pasó de 61 curules al inicio a 33 actualmente, lo que coloca al petismo como la quinta fuerza en la Cámara Baja y como la sexta en el Senado con seis legisladores, los mismos con los que llegó en 2018.
Lo cierto es que su último triunfo, el de 2024, se vio opacado por los puntajes alcanzados por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el aliado incómodo de Morena, quien para sobrevivir y ganar espacios ha optado desde hace dos décadas por aliarse siempre a un partido más grande que le permita conseguir una buena votación, que significa una mayor cantidad de recursos públicos.
Lejos de representar una alternativa radical al sistema, el PT bajo Anaya ha funcionado como una bisagra útil en la política mexicana: siempre dispuesto a sumar votos en las coaliciones del momento, pero sin construir una base social sólida y amplia ni un programa político coherente. Su dirigencia vitalicia y su aparente impermeabilidad al relevo generacional han hecho del partido un bastión personal más que una estructura democrática. Alberto Anaya, el eterno dirigente de un partido sin vuelo propio.
Un maoísta, amigo de Salinas y aliado de la 4T
Días después de la matanza del 2 de octubre del 68 en Tlatelolco, un grupo de estudiantes de la entonces Escuela Nacional de Economía de la UNAM redactó el documento "Hacia una Política Popular" –la semilla del Partido del Trabajo–, basado en los principios anticapitalistas de Mao Tse Tung y dirigido a campesinos, indígenas, colonos, obreros y estudiantes; al pueblo. El grupo al que pertenecía Anaya estaba lejos de ser marginal.
En ese grupo de universitarios estaban, entre otros, el maoísta Alberto Anaya, Hugo Andrés Araujo y Adolfo Orive, quien estudió economía en Francia con el teórico maoísta occidental Charles Bettelheim y trajo las ideas del maoísmo parisino. En esa generación de futuros economistas también estudiaba Carlos Salinas de Gortari. Tanto el expresidente como su hermano Raúl Salinas son amigos del "Profe" Anaya, algo de lo que el petista dice no "avergonzarse".
Tanto Orive como Salinas eran hijos de exfuncionarios públicos adinerados: Adolfo Orive Alva fue Secretario de Recursos Hidráulicos en el Gobierno de Miguel Alemán y Raúl Salinas Lozano Secretario de Comercio con Adolfo López Mateos. Durante el Gobierno de Salinas de Gortari, el líder de Política Popular Adolfo Orive hijo y otros integrantes coordinaron el programa Solidaridad.
Además, figuraban personajes que después ocuparían posiciones clave en el poder político y económico de México: Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís, José Francisco Ruiz Massieu y Emilio Lozoya Thalmann y quienes años después serían fundamentales para que Anaya lograra la creación y el registro del Partido del Trabajo en 1990. Aunque el PT se presentaba como una fuerza de izquierda marxista inspirada en el maoísmo y en la organización popular, lo cierto es que su origen estuvo marcado por la cercanía con grupos del PRI tecnocrático, los precursores del neoliberalismo en México.
Con estas presuntas bases maoístas del grupo, el 8 de diciembre de 1990 se conformó el Partido del Trabajo. Bajo la dirigencia desde un inicio de Alberto Anaya, en las elecciones federales de agosto de 1991 sólo recibió el 1.5 por ciento de votos, por lo que perdió el registro. Sin embargo, en 1993 obtuvo un registro parcial del IFE para participar en las elecciones presidenciales de 1994.
Y aunque el PT nunca ha ganado una gubernatura a diferencia del verde, pero sí ha sido pieza clave para llevar al poder a ciertos perfiles a través de alianzas. Aunque sin capital político propio suficiente, ha sabido colocarse en momentos estratégicos, prestando su respaldo a candidatos ajenos a su militancia. Uno de los casos más representativos es el de Gabino Cué, quien gobernó Oaxaca de 2010 a 2016 con el respaldo de una coalición conformada por el PAN, el PRD, Convergencia y el PT.
Poco antes de dejar el cargo, en 2016, Cué ordenó el desalojo de un bloqueo carretero en Nochixtlán docentes, integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), padres y madres de familia, niños niñas, activistas y población civil, quienes se oponía a la reforma educativa impulsada por el gobierno federal. De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sin previo aviso de persuasión un contingente de 400 policías federales, 400 estatales y 50 elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones atacó a las y los manifestantes.
El saldo de los enfrentamientos fue de 8 personas fallecidas, 103 lesionados, 46 afectados por la exposición a gases lacrimógenos [de las cuales 35 eran menores de edad], y algunos otros por diversas afectaciones en sus propiedades. No era un hombre formado por los principios del PT, pero los partidos se tienen que hacer cargo de quiénes postulan. Episodios como el de Nochixtlán distan de los principios de izquierda y de la organización popular con los que nació el PT bajo el liderazgo de Alberto Anaya.
Siempre se ha dicho que los padrinos políticos del PT fueron Raúl y Carlos Salinas de Gortari, calificado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador como el "jefe de la mafia del poder". Pese a ello, ha ido con Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones presidenciales del 2000, tras el fraude del 88, y con López Obrador en el 2006, 2012 y en el 2018. Esta contradicción ha acompañado la trayectoria de Alberto Anaya hasta hoy.
Sobre esto, el propio Anaya lo ha minimizado: “De los supuestos apoyos (de Carlos y Raúl Salinas) ni tú ni nadie va a sacar nada que se pueda comprobar. En lo que se refiere a nuestra relación con los Salinas, no tengo nada de qué avergonzarme", relató, por ejemplo, en una entrevista de hace 25 años con El Universal.
Lo anterior demuestra cómo el dirigente, que se proclama revolucionario, ha mantenido alianzas con todo el espectro político, desde el PAN hasta el PRI y Morena, mientras sostiene el control absoluto de un partido que, sin despegar del todo, le ha asegurado puestos legislativos durante más de tres décadas. Su legado no es el de un líder transformador, sino el de un hábil operador de la supervivencia política.